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Campeones


El triunfo de la selección española de fútbol, el triunfo de España, ha sido y es muy emocionante. Para todos pero sobre todo para aquellos como los de mi generación que hemos vivido muchas veces la otra cara de la moneda, la cara de la frustración. El día de ayer lo recordaremos siempre. Constituye un evento histórico que pasará a formar parte del imaginario colectivo como el día en que España cambio su destino. Un destino de frustración que pasa a ser el del éxito basado en el sacrificio, el trabajo y la brillantez. Además, un destino quebrado ante Alemania que en nuestro imaginario ha representado todo lo contrario: la organización, la fuerza, el empuje, el espíritu y la determinación de alcanzar la victoria. Me gustaría hacer otra lectura más política e, incluso, jurídica. Me gustaría comentar que este triunfo de la selección es el triunfo de aquello que nos une como españoles. Aquí soy más pesimista. La unión de los españoles no puede quedar reducida, como pretende algunos nacionalistas partidarios de la confederación, a lo folclórico, a lo simbólico, a gestos sin trastienda. Debe ser algo más. Queda mucho camino por recorrer para que España se reencuentre como país unido por un pasado común y un destino de éxito, basado en la tolerancia y en el respeto tanto respecto de la diversidad pero también respecto de aquello que nos une que es y debería ser mucho y muy importante. Ojalá.

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