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Los cambios en la era de Terminator


Las últimas encuestas vislumbran el cambio político en España. Los partidos de y para el poder se agotan. La corrupción ha terminado por minar la legitimidad y la credibilidad. El español ha demostrado que tiene un enorme sentido de la estabilidad. Que tiene confianza hasta que dice basta. Hasta que se siente engañado y traicionado. Decide emprender el camino de la alternativa. El círculo crisis y corrupción ha terminado por crear un nuevo actor del cambio. Un nuevo actor político que, después de tanto sacrificio y de tanto abismo, no tiene miedo a que la política sea gobernada por un criterio de moralidad que combine el cumplimiento de las promesas con la rectitud en el manejo de los caudales públicos.

La España de los próximos años no es la que hemos vivido. Los retos que se vislumbran son extraordinarios. Algunos están tomando cuerpo en los últimos tiempos. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos en su informe anual “Worldwide Threat Assessment” enumeran las cinco principales amenazas a la seguridad nacional. La primera son los ciberataques. Internet. El mundo interconectado. El Nuevo mundo. Como cuando Colón descubrió América. Al principio, no se sabía la magnitud real de lo descubierto. Se tardaron, incluso siglos, en reparar qué es lo que significaba lo descubierto. Y cambió la Historia. Internet es como el Nuevo Mundo. La revista Der Spiegel ha publicado esta semana un artículo muy importante sobre Silicon Valley (“Tomorrowland. How Silicon Valley Shapes Our Future”). Lo de menos es el espacio, el lugar, cuanto los actores del nuevo mundo. “The Masters of the Universe". Los que están encabezando la vanguardia de la conquista del nuevo Mundo. Los Colón, los Hernán Cortés, los Pizarro, los Cabeza de Vaca … Los nuevos conquistadores tienen una idea central: quieren hacer la revolución. A diferencia de Wall Street, su preocupación no es ganar dinero. O no es “sólo” ganar dinero, “también” quieren cambiar el mundo. Tienen un sentido mesiánico de la vida. Como los grandes conquistadores. Son los elegidos para hacer la revolución. La de hacer que las personas vivan más y mejor. La técnica lo puede hacer posible. Es la revolución tecnológica. Un rasgo en común: la interconexión. Todo conectado con todo. En 25 años, se nos anuncia. La plataforma para la vida, los servicios, los mercados. Técnica, digitalización, Internet, globalización. Una realidad global en la que el ser humano interactúa tanto con cosas como con personas. Aquéllas se humanizan tanto como éstas se cosifican. Todo interconectado en una única inteligencia universal. 

Stephen Hawking, repitiendo lo ya anticipado por Arnold Schwarzenegger (Terminator), ha elevado la Inteligencia artificial a la principal amenaza a la humanidad. La humanidad cuestionada. Los Hernán Cortés, los Pizarro y demás de Internet, quieren cambiar el mundo y a cualquier precio. Si los valores actuales son obstáculos, habrá que cambiarlos. Tienen otros. No hay límite. El Derecho y el Estado son unos obstáculos. Se nos dice que quieren crear prosperidad con la mínima intervención del Estado. Es la técnica la que reduciría este papel. No es que quieran hacer política. Quieren hacer tecnología y será ésta la que hará política. Si las personas están liberadas de muchas de aquellas cosas que las esclavizan, por qué no se van a poder liberar del Estado y del Derecho. Éste es el nuevo escenario en el que los seres humanos estamos llamados a desenvolver nuestra libertad. Se pueden ver sus aspectos positivos. Muchos. Muchísimos. Pero también tiene sus aspectos negativos. Incluso, muy negativos. 

El papel del Derecho no es el de ofrecer caminos. Es el de establecer límites. Es su incomprendida función. La denostada función. La del incordio que nos dice qué es lo que no podemos hacer. Es así y debería seguir siendo así. El Derecho no es ni puede ser el fruto de los hooligans, ni la de los tecnólogos elevados a tecnócratas. Es el papel de los ciudadanos. Con toda la carga simbólica e, incluso, ficcional que supone. La nueva política. El nuevo Estado. El que ha de establecer los límites. Y los límites a los límites. El cambio cultural y ciudadano es imprescindible. Seguimos velando la santidad de la inviolabilidad del domicilio cuando al mismo tiempo renunciamos con alegría a cualquier intimidad en Internet. La singularidad del momento presente. La de prescindir del Estado cuando es el más imprescindible para fijar los límites, aún cuando limitados, para preservar los valores originarios que dieron sentido al Estado: la libertad. Incluso, frente a la nueva fuente de la liberación: la técnica. No deja de ser paradójico que en España estemos viviendo un proceso de cambio de la política al mismo tiempo que se vislumbra la tarea de gestionar el nuevo escenario de amenazas. El problema no es que el Estado sea mínimo. No. El problema es quién, cómo y hasta dónde ese Estado ha de serlo. La política recupera su esencial protagonismo. Su cambio tiene, entre nosotros, otra derivada.

(Expansión, 11/03/2015)

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