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Miedo


El miedo es un sentimiento. Es lo que sentimos frente a un peligro. El que alienta una reacción. La defensiva e, incluso, la huida. O enfrentarse. Se trata de la salvación de aquello que consideramos importante. Aquello que está amenazado. Nussbaum ha teorizado que el miedo es una amenaza a la emoción constitutiva de las sociedades democráticas: la compasión. Es “demasiado estrecho”. Demasiado centrado en un círculo muy limitado de lo amenazado: el yo y lo más próximo, en particular, la familia. Es una “emoción que estrecha”. Es demasiado “primitivo”. Incluso los mamíferos más simples, sienten miedo. No está conectado con la cognición superior. Es la reacción frente a la amenaza a la supervivencia y al bienestar, pero de los seres más próximos al individuo. Es lógico que ese miedo deba ser controlado. No sólo por una cuestión personal, sino también institucional. Alrededor del miedo no se puede construir una sociedad moderna y democrática. Al contrario.

Recientemente, leía en El Mundo, la entrevista a Christina Salmivalli. Ella fue a quien, en el año 2006, el entonces ministro de Educación finlandés, Antti Kalliomäki, le encomendó la tarea de diseñar un programa dirigido a reducir los casos de 'bullying' y 'ciberbullying' en Finlandia. El resultado ha sido espectacular: ha desaparecido en el 79% de las escuelas y se ha reducido a un 18%. Una de las claves del éxito es la respuesta; la respuesta sorpresiva: "Cuando una víctima responde de una manera que el acosador no espera, éste queda anulado". La víctima es capaz de sobreponerse al miedo. Y le planta cara al acosador. El miedo estrecho de Nussbaum es gestionado, en cambio, mediante una estrategia que afronta un problema social de singular importancia: los gestos individuales pueden hacer cambiar la sociedad y las instituciones.

Societat Civil Catalana ha denunciado, ante las Juntas Electorales, la utilización de espacios públicos para la exhibición de la bandera independentista catalana. La Junta Electoral Central ha dado respuesta a dicha consulta, recordando que “durante los periodos electorales los poderes públicos están obligados a mantener estrictamente la neutralidad política y por tanto, deben de abstenerse de colocar en edificios públicos y locales electorales símbolos que puedan considerarse partidistas, y deben retirar los que se hubieren colocado antes de la convocatoria electoral. Este criterio resulta aplicable a las banderas objeto de consulta”. Todas las Juntas Electorales deben ejecutar esta resolución de manera inmediata, con las consecuencias, incluso penales, que la misma supone. La respuesta de los disconformes ha sido la de alimentar el miedo. Amenazar a aquéllos que la han alentado. Es, a sus ojos, una provocación. Al tigre, nos dicen, mejor, no molestarlo. Pero sigue siendo tigre. Sigue estando ahí. Sigue amenazando. Sigue suscitando miedo. Societat Civil Catalana ha demostrado, una vez más, que la estrechez del miedo se puede vencer, precisamente para alentar ese sentimiento que nuclea a la sociedad democrática: la compasión. Los secesionistas la rompen, al establecer una frontera entre los ciudadanos: la de los amigos y la de los enemigos. El tigre que ataca a aquéllos que no son de los nuestros. La compasión reducida por el lazo de la sangre. No. No es admisible. El tigre debe ser alejado por la vía de demostrar que no suscita miedo. Que se puede y se debe restablecer la compasión que nos une a todos los españoles. El sentimiento patriótico del que también nos habla Nussbaum. El sentimiento ciudadano que nos une como pueblo, titular de todos los poderes del Estado. El sentimiento de las personas libres, en un Estado libre, con una Constitución que garantiza nuestra libertad.

La empresa Emérita Resources España ha presentado una denuncia por “los presuntos delitos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencia y negociación ilegal vinculados con el concurso público para la adjudicación de las actividades extractivas de explotación de los recursos existentes en la reserva minera de Aznalcóllar”. El Juzgado de Instrucción número 3 de Sevilla ha asumido las diligencias. En el Auto de 2 de mayo de 2015 se afirma que “de la información recabada hasta la fecha y, en particular del atestado elaborado por la UDEF se evidencian, al menos indiciariamente y, sin perjuicio de lo que a lo largo de la presente investigación pueda ponerse de manifiesto irregularidades graves que vendrían a confirmar gran parte de los extremos expuestos por la parte denunciante”. El miedo está también aquí presente. No es nada frecuente que una empresa que pierde un concurso público acuda a la vía penal denunciando los hechos acaecidos. Una de las cuestiones que más sobresale de las investigaciones de la CNMC es el acuerdo tácito entre todas las empresas que participan en estos concursos de no romper las reglas del juego. Puede haber disputas, problemas, enfrentamientos, pero … el juego, no se toca. Tarde o temprano, a la perjudicada le tocará su parte. Una empresa ha decidido romper las cartas. Ha puesto de manifiesto los hechos que concurren en este caso. No ha caído paralizada por el miedo. Por la posibilidad de que ninguna Administración vuelva a confiar en ella para la adjudicación de un concurso público. Un gesto individual, otro más, que rompe con la estrechez del miedo. En el caso que nos ocupa, probablemente, la condición de empresa perteneciente al banco de inversiones canadiense Forbes & Manhattan, no es una circunstancia ajena. Le dispensa una protección frente al miedo. Frente a la estrechez del miedo.

El miedo, ese sentimiento primitivo, estrecho, egoísta, proclive a la huida, es vencido para el bien colectivo. Para alimentar el sentimiento esencial de toda sociedad moderna y democrática: la compasión. La solidaridad entre todos los españoles, iguales en derechos y obligaciones, unidos por la condición ciudadana frente a la arbitrariedad del poder. Es irrelevante que esté revestido por las banderas secesionistas o sirva a los intereses repugnantes de la corrupción. Es irrelevante. Es poder usurpado, que los ciudadanos debemos y podemos recuperar, gracias a gestos como los que comento.

(Expansión, 19/05/2015)

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