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¿Qué hacer con Cataluña?


Ángel Guimerá, nació en Santa Cruz de Tenerife en el año 1845. Con 10 años, se trasladó a Barcelona, en la que murió en el año 1924. Escritor, poeta y dramaturgo, es conocido por su contribución al nacionalismo catalán. Fue uno de los creadores y directores de la revista La Renaixença en el año 1871. Inicialmente literaria, pero que poco a poco fue evolucionando hacia la reflexión política, cada vez más centrada en el nacionalismo. Una de las piezas esenciales para su articulación. Entre sus colaboradores habituales, se encontraban Enric Prat de la Riba y Josep Puig i Cadafalch. Es significativo que la cabecera de La Renaixença, diseñada por Lluís Domènech i Montaner en 1880, conjuga el escudo de Cataluña con el ave Fénix. Para el nacionalismo, Cataluña es como el Ave Fénix. Así, desde el primer momento. El fundacional. A fines del siglo XIX. El momento presente parece reproducir la visión mitológica. El mito de la muerte y de la vida. La muerte que es fuente de vida. El triunfo de la vida. Cuando creemos que todo acaba, en realidad, se está sembrando la semilla de la vida. En definitiva, la inmortalidad. La de la nación catalana. Pero también, para algunos, la de la cuestión catalana. Cuando se creía que se iba apagando, decayendo, de repente, renace. Se afirmaba que el “soufflé” catalán se estaba deshaciendo. Y no ha sido así. Es paradójico que tanto para los nacionalistas como para los no nacionalistas, tanto la nación como la cuestión catalanas son como el ave Fénix. Ambas coinciden en su inmortalidad. Para unos, como esperanza; para otros, como calvario; para ambos, un sufrimiento permanente. El éxito del nacionalismo. La inmortalidad. El sufrimiento. Después de tantos años de control de los medios de comunicación, públicos y privados, y, en particular, del sistema educativo, han conseguido convencer a amigos y enemigos de que Cataluña es una nación y, los mejores y únicos representantes de tal nación son los nacionalistas, los cuales, sólo tienen un objetivo: que la nación tenga los atributos políticos y jurídicos de toda nación. La independencia. Han conseguido que todos, se ajusten al guión. También los no nacionalistas se han entregado a representar el papel que les ha asignado el dramaturgo, los herederos de Guimerá. ¿Cuál es ese papel? El del amedrentar. Una de las preguntas que más me han sorprendido después de tantos años es la que me hizo un joven estudiante. En un arrebato de sinceridad, poco o nada frecuente, me preguntó: “¿por qué nos odian tanto?”. El guionista nacionalista ha inoculado entre los catalanes, después de tantos años, que son odiados por el resto de los españoles. Y, además, han explicado que la causa de ese odio es porque ellos son los más cultos, los más civilizados, los más demócratas, los más industriosos, … lo más de lo más. Siendo así que lo son, según su creencia, los demás, los españoles, les odian y les roban. En esta representación teatral, se necesita al “odiador”, al demonio, al malo. O a la mala. La madrastra española. La que roba, amenaza, priva de libertades. Mala. Muy mala.

Algunos se han plegado a este juego. Porque al otro lado del Ebro pueden obtener un rédito. Se produce la confluencia de intereses de los radicales. Ya hace algún tiempo se habló, incluso, de aplicar el artículo 155 de la Constitución. Ahora, de tomar el control en Cataluña por «interés para la Seguridad Nacional». Y más y más. Más y más malos. Las locuras y estupideces de aquellos que creen que pueden arrancar votos sin importar que se les da alas a los nacionalistas. Son los tontos útiles en el escenario y en la obra de los nacionalistas.

Cataluña no es una obra de los nacionalistas. Cataluña es muchísimo más y muchísimo más importante. Confundir nacionalismo con Cataluña es el mayor éxito del nacionalismo. Es su obra. Pero es también la obra del centralismo, tanto de derechas como de izquierdas. Si aquélla negaba la singularidad formal, esta otra la reconocía, pero, en ambos casos, entregaron la gobernación de Cataluña al nacionalismo, liberado de cualquier control, límite o restricción, lo que creó una impunidad que alentó la corrupción hasta unos niveles desconocidos en otros lugares de España. Tanto la derecha como la izquierda españolistas han sido profundamente nacionalistas catalanas. Muy catalanas. El monstruo actual es su monstruo. El último epítome es la famosa frase del Presidente Zapatero: “todo lo que venga de Cataluña contará con mi apoyo”. ¿Qué estará pensando este genio de la política y de la historia de España? Es posible que nada. La nada. Sólo desde la nada se puede frivolizar. Es frívola.

Si el 27-S se van a celebrar elecciones y sólo elecciones, como tales, deben ser concebidas y actuadas. El escenario y el guión no puede ser el de los nacionalistas. Si para ellos son plebiscitarias, incluso, al modo de Corea del Norte, para los demócratas es el procedimiento para interrogar a los ciudadanos sobre el proyecto de acción política que se debería implementar para resolver los problemas que les acucian. Frente a la nación, el mito, el colectivismo, … la libertad, el ciudadano. El nacionalismo necesita de tontos útiles españolistas. El constitucionalismo necesita, en cambio, inteligencia y sensatez. Y ganar las elecciones. Es la única alternativa: ganarlas. Es posible. O, al menos, que se visualice lo que todos sabemos: que Cataluña no es la oficial, ni aún menos, la de los nacionalistas. El que algunos, por comodidad o cobardía, se hayan rendido ante este imaginario, no quiere decir que otros lo hayan hecho. No. Estas elecciones tendrán, al menos, el efecto positivo, que mostrará que hay una Cataluña que resiste. E, incluso, que es la mayoritaria. ¿Qué hacer con Cataluña? Ganar las elecciones. Y se puede.

(Expansión, 22/07/2015)

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