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«Españoles, aquí tenéis vuestra patria»


Se ha celebrado el trigésimo séptimo aniversario de la Constitución de 1978. Si consultamos Google Trends, vemos cómo desde el año 2004, las búsquedas relativas a la Constitución española han ido cayendo. El pico se alcanzó en noviembre de 2004. En los siguientes años, en noviembre y diciembre, con el calor del aniversario, se despertaba el interés, pero éste iba menguando. Fue un sutil languidecer, hasta este mes de diciembre.

En noviembre de 2004, confluyeron el Plan Ibarretxe, que incluía el reconocimiento del derecho a la autodeterminación, y los trabajos de elaboración del nuevo Estatut de Cataluña, el cual proponía la atribución de la condición de nación a Cataluña. Un año antes, el día 13 de noviembre, en un mitin celebrado en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el candidato socialista, J. L. Zapatero pronunció, de manera solemne y tajante: "Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán". Haciendo honor a ese compromiso, un año después, también un 13 de noviembre, el ya Presidente del Gobierno afirmó, ante el Pleno del Senado, que la nación es un término “discutido y discutible”. La frase completa, vista con la distorsión retrospectiva de la que nos habla Taleb, es por completo elocuente: la “obligación intelectual” del Gobierno es la de “saber que en algunos casos estamos ante conceptos discutidos y discutibles, afortunadamente para el propio objetivo de buscar una convivencia compartida en un proyecto común”. La “obligación” era la de renunciar a la nación española, para reconocérsela a la catalana. Es la quintaesencia del “conllevancionismo” que ha guiado la política española respecto de Cataluña. Se desataron las fuerzas nacionalistas, bien alimentadas durante 30 años. El sueño de la Arcadia feliz se podía hacer realidad. “En Madrid”, se miraría hacia otro lado. No habría obstáculo. Ni la nación. Ni la Constitución.

Desde los orígenes de nuestro constitucionalismo, nación y Constitución están íntimamente asociados. El día 19 de marzo de 1812, el día de San José, Agustín de Argüelles, en la Iglesia de San Felipe de Neri, enarbolando la Constitución y presentando su texto al pueblo gaditano, proclamó: “Españoles, aquí tenéis vuestra patria”. No cualquier patria, no cualquier Constitución, sino aquella en la que, por primera vez en la Historia de España, se establecía un principio esencial para el asentamiento del Estado de Derecho: la soberanía nacional (artículo 3). Una nación integrada, como se establece en el artículo 1, por la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Y que tenía como principal tarea, según el artículo 4, “conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad, y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”.

¿Cómo nos puede sorprender que el nacionalismo ataque a la Constitución cuando su objetivo es arremeter contra la nación española? La reciente Resolución secesionista del Parlament es el último episodio. Su gravedad queda puesta de relieve por las afirmaciones que vierte el Tribunal Constitucional, en su reciente Sentencia de 2 de diciembre, para declararla inconstitucional: (1) la resolución “desconoce y vulnera las normas constitucionales” de una manera que no es fruto de un “entendimiento equivocado” de la Constitución sino de “un expreso rechazo a [su] fuerza de obligar”; puesto que (2) “se trata de la afirmación de un poder que se pretende fundante de un nuevo orden político y liberado, por ello mismo, de toda atadura jurídica”; que (3) incurre en una “inaceptable vía de hecho (incompatible con el Estado social y democrático de Derecho que se proclama en el arto 1.1 CE)"; y (4) cuando se pretende alterar la Constitución de “manera unilateral y se ignoran de forma deliberada los procedimientos expresamente previstos a tal fin en la [misma], se abandona la única senda que permite llegar a ese punto, la del Derecho”. En definitiva, estamos ante el intento de establecer un nuevo orden político a través de una inaceptable vía de hecho al margen de la senda del Derecho.

Tampoco nos puede sorprender que sea de forma muy particular en Cataluña donde se celebran más actos populares de conmemoración de la Constitución. Son los “conllevancionistas” españoles los que han olvidado las palabras de Argüelles. Se han dejado acunar por la nana del nacionalismo, adormecedora de cualquier exigencia de respeto a la legalidad y a los derechos fundamentales. El que en Cataluña haya campado a sus anchas la corrupción, no es más que la muestra más espectacular de la renuncia del Estado de Derecho. Si en Cádiz se proclamó la vinculación entre Constitución y patria, es en Cataluña donde se sigue creyendo en ésta con toda firmeza. Hasta ahora, el interés por la Constitución venía marcado por los ataques de los nacionalistas, como en noviembre de 2004. En los últimos tiempos, el declinar “conllenvacionista” coincide con la irrupción de una nueva ilusión: la reforma constitucional. Algo está cambiando. Se ha roto el suave languidecer. Por primera vez en mucho tiempo, parece configurarse un nuevo polo de unidad de todos los españoles, alrededor de un proyecto común. Si hay patria, hay Constitución. Si hay Constitución, hay patria. Volvemos a los orígenes. «Españoles, aquí tenéis vuestra patria». Una mejor y más moderna. Una Constitución mejor y más moderna.

(Expansión, 08/12/2015)

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