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Mostrando entradas de julio, 2015

¿Qué hacer con Cataluña?

Ángel Guimerá, nació en Santa Cruz de Tenerife en el año 1845. Con 10 años, se trasladó a Barcelona, en la que murió en el año 1924. Escritor, poeta y dramaturgo, es conocido por su contribución al nacionalismo catalán. Fue uno de los creadores y directores de la revista La Renaixença en el año 1871. Inicialmente literaria, pero que poco a poco fue evolucionando hacia la reflexión política, cada vez más centrada en el nacionalismo. Una de las piezas esenciales para su articulación. Entre sus colaboradores habituales, se encontraban Enric Prat de la Riba y Josep Puig i Cadafalch. Es significativo que la cabecera de La Renaixença, diseñada por Lluís Domènech i Montaner en 1880, conjuga el escudo de Cataluña con el ave Fénix. Para el nacionalismo, Cataluña es como el Ave Fénix. Así, desde el primer momento. El fundacional. A fines del siglo XIX. El momento presente parece reproducir la visión mitológica. El mito de la muerte y de la vida. La muerte que es fuente de vida. El triunfo de la

Buenismo, malignismo y poderismo

El populismo es la palabra del momento. Francesc de Carreras, hace algunos días, explicaba que el populismo es una “estrategia para acceder y conservar el poder [que] le permite cobijar ideologías muy distintas”, porque su pilar referencial es la salus populis, el bien del pueblo, entendido como conjunto de personas, que está por encima de cualquier otro, en particular, de la libertad. El populismo es colectivista; no lo hay individualista. En el fondo, es un pueblo en permanente estado de minoría de edad. Desvalido. Maltratado. Necesitado de tutela. Enfrente: el mal. El mal de males. El populismo es buenista, pero también malignista. Un relato en blanco y negro, bobalicón, simplista, de western, que necesita del poder. Lo necesita, porque es la palanca para remover el mal y los malos, para castigarlos y asegurar el éxito del bien absoluto del pueblo. Es, por lo tanto, intervencionista. Profundamente intervencionista. Es el poderismo. La estrategia que se convierte en ideología del pod

El peligroso precedente griego

La Unión Europea es una organización internacional. No es un Estado. No es una democracia. Es una organización de Estados. Es imprescindible recordar lo que es escandalosamente evidente. Lo sucedido en Grecia ha suscitado múltiples reacciones. Las izquierdas españolas y europeas lo han elevado a epígono de la democracia. Ejemplo, incluso, del europeísmo. Los que no participamos de tan altos calificativos, no podemos olvidar que estamos hablando de una organización internacional. Los calificativos deben adecuarse a la realidad sobre la que se pretenden proyectar. Las izquierdas quieren obtener un rédito político. Un rédito de poder. Quieren ilustrar su desiderátum último: no hay regla de ningún tipo que sea capaz de contener su voluntad cual es la de alcanzar el poder, para hacer realidad lo que ellos interpretan como los deseos últimos del pueblo; ese ente abstracto, superior y más cualificado que el individuo y con capacidad para imponerse a él. La libertad individual no es más que un

Populismo, corrupción institucional

Poco ha durado la honradez-sin-mácula. La doble vara de medir. El fichaje de parientes. Lo que a la derecha se le negaba, las izquierdas lo practican con fruición. A unos, los límites llegan hasta los estéticos; para los otros, ni los legales. El populismo tiene esta manifestación. Hoy, que estamos viviendo en Grecia uno de los episodios más escandalosos, suena fatuo preocuparnos por la legalidad. Sin embargo, si un rasgo sobresaliente tiene el populismo, es el de que a la salus populis se sacrifica todo y, en primer lugar, la legalidad, como ya lo afirmara la alcaldesa de Barcelona y los dirigentes de Podemos. El mal llamado caso de los ERE de Andalucía es otro ejemplo de populismo, en el que también la legalidad es sacrificada. Los dos escritos que el Magistrado Instructor del Tribunal Supremo, Alberto Jorge Barreiro, ha comunicado, en relación con la imputación de Griñán, Chaves, Viera y Zarrias, nos ofrece un relato fáctico de cómo el populismo conduce a la corrupción institucional