Ir al contenido principal

"Víctima de sí mismo"


En la misma semana, he comprobado cómo se aplica una expresión común a tres personajes públicos de primer nivel y radicalmente distintos: Mario Conde, José Manuel Soria y M. Gadafi. Se les consideran “víctimas de sí mismos”. Es una locución que utiliza el escritor y ex militar argelino Mohamed Moulessehoul, más conocido por su seudónimo femenino, Yasmina Khadra, en su último libro sobre el dictador libio, en una entrevista publicada en ABC. A la pregunta “¿Cómo definiría a Gadafi en una frase?”, responde: “Gadafi fue víctima de sí mismo”. De Mario Conde se ha dicho que es mártir de su arrogancia, megalomanía, soberbia e impostura. Lo mismo de Soria. El enemigo de Soria es Soria; sus errores; su memoria selectiva. Su impulso de hablar sin haberse informado y, sobre todo, por haber silenciado las verdades incómodas. Ha terminado cayendo por su locuacidad torcida.

No son los únicos que han merecido dicha calificación. Se le ha aplicado también a Albert Camus. Su doble personalidad, francesa y argelina, su doble yo, le llevó a proponer, incluso, una federación franco-argelina que resolviese el conflicto. Fue víctima de la necesidad de salvar la contradicción que estaba dentro de él mismo. Víctima de su propia necesidad. El filósofo Byung-Chul Han, pensador coreano afincado en Berlín, la nueva estrella de la filosofía alemana, ha llevado sus críticas al “neoliberalismo” hasta afirmar que “el sistema neoliberal obliga al hombre a actuar como si fuera un empresario, un competidor del otro, al que sólo le une la relación de competencia”. El resultado es la depresión: “el hombre se ha convertido en un animal laborans, , lanzado a un horizonte terrible: el fracaso”.

Lo más relevante de quien es víctima de sí mismo es la confluencia de víctima y de victimario. Como el personaje de Don Juan de Zorrilla. La conquista sentimental de mujeres, en la que el sexo es secundario o innecesario, lo es para llenar el vacío interior. Llenar lo que no se puede. Fue mártir de sus insatisfacciones, de sus problemas, de sus angustias. Al mismo tiempo que produjo un daño, incluso irreparable, a las seducidas. Se es victimario porque se es víctima. No reduce o empequeñece la responsabilidad. Al contrario. La reduplica. Precisamente porque se es víctima, se debería romper el círculo del daño, no infligiendo más.

Son cientos de miles las referencias que encontramos en Google. Personajes que caen víctimas, no de la intriga de otros, sino del germen de la destrucción que llevan en su interior. Algunos disfrutan de un poder extraordinario. Tanto, que el único contrapeso está en ellos mismos. Una suerte de situación esquizofrénica del yo contra el yo mismo. Las dos caras de la misma persona. Una neutraliza a la otra. Es la maldición del poder; la del poder re-centrado y autocomplaciente. Estoy convencido de que se le terminará aplicando a Mariano Rajoy. Como se ha recordado estos días, el Presidente en funciones, siempre repite la misma frase a los interfectos, como Soria y demás antiguos ministros de su Gobierno: «Lo que tú hagas me parece bien. Yo estoy a lo que tú me digas». Es su forma de actuar. La de víctima, pero también, victimario. Al fin y a la postre, el aludido ya sabe qué es lo que tiene que hacer. Qué es lo que se espera de él: su sacrifico. En cambio, no hay explicación de nada. Ni una palabra. Según parece, dar explicaciones debilita. Nada de lo que pasa a su alrededor merece ni un comentario; el silencio es su manifestación. Cuando un responsable político elude asumir el significado prístino de la función que tiene encomendada, deviene prescindible. No es responsable de nada. Y si no lo es, ¿qué es? Un espectador. El famoso “plasma”. Explicar qué es lo que ha sucedido e, incluso, excusarse, no sólo es una obligación política e, incluso, constitucional, sino una estrategia que humaniza al personaje, que le permite compartir con los demás la carga del poder, la que incluye la posibilidad de que los colaboradores no cumplan con las expectativas. Alejarse de los problemas “diviniza” al poderoso, pero paradójicamente, no lo fortalece. Lo debilita. Lo distancia de los problemas y de los ciudadanos. Incrementa la soledad. Este coste se pretende compensar con el miedo de los electores ante la posibilidad del “frente popular”. El miedo como estrategia. Ese pensamiento estrecho del que habla Nussbaum. El que cierra la mente y busca la protección defensiva del grupo y, en particular, de su líder. Sin embargo, el miedo no tiene una duración infinita. No se puede mantener presa del miedo a tantos durante tanto tiempo. Al final, un sector más o menos amplio, se terminará separando. Venciendo al miedo y a su futilidad.

La estrategia del partido gobernante para ganar las elecciones combina el plasma-poder para no sufrir daños con el chantaje del miedo. El eventual éxito electoral tendrá un importante coste institucional: la manera de concebir y de ejercer el poder. Y éste terminara convirtiendo a Rajoy, estoy convencido, en víctima de sí mismo. Otro más. No quiso humanizarse. Ni asumir responsabilidades. Ni ofrecer explicaciones. Ni tampoco compartir con todos las quejas, la indignación. No es un ser superior. Es responsable, pero no culpable. Y puede ser tan víctima como los demás. En lugar de mostrar que ha aprendido; de ofrecer que hará lo posible para que no vuelva a suceder, ha optado por la estrategia de la huida, la de la soledad. Y la soledad debilita. Tanto que Rajoy será víctima de Rajoy y de su ensimismamiento.


(Expansión, 19/04/2016)

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Avaricia o codicia?

En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e

Puigdemont, inelegible

El Estado democrático de Derecho se asienta sobre un pilar esencial: el Derecho al que el Estado está sometido es el de los representantes del pueblo, expresado a través, fundamentalmente, de la Ley. ¿Qué requisitos deben reunir tales representantes? La Legislación los enumera como requisitos del sufragio activo y pasivo. La Constitución y, en su desarrollo, la legislación electoral, los especifica. La Ley orgánica de régimen electoral general (LOREG), detalla, en el artículo 3, quién no tiene derecho a votar (sufragio activo). A su vez, en el artículo 6, concreta quiénes no son elegibles (sufragio pasivo). En este artículo se enuncian, por un lado, los que no son elegibles por concurrir la razón de desempañar cargos en el Estado que devienen objetivamente incompatibles con la participación en la contienda electoral. Y, por otro, los que no pueden, por haber sido condenados por sentencia que imponga la pena privativa de libertad. En relación con ciertos delitos, incluso, no es ne

Yo estuve allí

Cientos de miles de personas nos manifestamos por las calles de Barcelona. La primera gran manifestación del constitucionalismo contra el secesionismo. Dimensiones históricas. Y simbolismo, igualmente, histórico. Se han soltado lágrimas de emoción; las de la felicidad. Toma cuerpo la otra Cataluña, la que resiste frente a la secesión, y, sobre todo, frente a su motor principal: el autoritarismo. Cataluña está dividida. El secesionismo la ha partido en dos. La otra mitad ha querido demonstrar su hartazgo; su rechazo. Su determinación a enfrentarse al golpismo. No se quedará cruzada de brazos. Una fiesta cívica. Una celebración de la españolidad y de la catalanidad. Se ha roto el tabú y el silencio. Asistimos a la reivindicación de la españolidad incluyente (“somos catalanes, somos españoles”) y democrática (“somos españoles, no fachas”, se gritaba). Es la que se enfrenta al secesionismo. No es una cuestión de historia, de patria, de ideología, … es una cuestión de libertad. Hay u