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De Westfalia a Niza


Nacionalismo, populismo, terrorismo son las amenazas a la estabilidad de nuestro mundo político, social, económico y jurídico. La inseguridad crece. El miedo nos atenaza y llena nuestros corazones. Y lejos de ayudar a encontrar el camino de la redención, alimenta el proceso de inseguridad que colma, aún más, nuestra vida de incertezas, de inseguridades, de ansiedades. La espiral de autodestrucción, de temor, de turbación.

La potencia de las imágenes, transmitidas por los medios de información y comentadas por las redes sociales, han establecido una suerte de continuidad espacio-temporal que ha eliminado la frontera que nos separaba de los hechos, pero, sobre todo, de las desgracias colectivas. Antes, conocíamos lo sucedido, pero manteniendo la distancia. Ya no es así. Se ha eliminado la barrera que, también, nos salvaguardaba. Nos permitía ganar la distancia preservadora de nuestro ser. El medio nos posibilitaba administrar nuestras angustias frente a los peligros, la inseguridad y el terror. Ahora podemos participar de la turbación y del daño de las víctimas. Es inevitable sentirnos como ellos. La empatía hacia aquellos que han sufrido directamente las consecuencias del nacionalismo, del populismo y del terrorismo. Cuando el Reino Unido decide salir de la Unión Europea, también sentimos que salimos, que también a nosotros nos afecta. Cuando los nacionalistas de toda condición, repartidos por todo el mundo, en particular, los más próximos, reivindican las fronteras, inventan nuevas o antiguas fórmulas con las que discriminar a aquellos que son “distintos” por nacimiento, por lengua o cualquier otra condición, también lo sentimos. Cuando el terrorismo ataca en Niza, en París, o en Bruselas, somos nosotros los atacados. Sentimos y sentimos. El sentimiento de sentir todo y a todos. Sin filtros, sin intermediario. Directamente.

La gran paradoja del momento presente es que la globalización ha empequeñecido como nunca el mundo. Ha conseguido convertirnos a todos en ciudadanos de ese mundo menguado, en el que todos sufrimos lo que todos sufren. La globalización ha unido en lo bueno pero también en lo malo. Ya no hay fronteras. No hay distancias. En este momento de turbulencia, de miedo, de zozobra, del fin de las certidumbres, parece florecer el nuevo ser humano igualmente globalizado. Las imágenes de lo sucedido en Niza han sido compartidas por todos en primera persona. No nos resultan ajenos los fallecidos. Son como nosotros. Somos nosotros. Sin embargo, algunos políticos del pasado, siguen pensando en que la preocupación colectiva ha de centrarse, “sólo”, en nuestros compatriotas. La obsesión de los gobernantes por indicarnos que no hay españoles fallecidos. ¿Y qué? ¿En qué me consuela?

Algunos, como digo, siguen anclados en las coordenadas del Estado-nación. En las de la Paz de Westfalia del siglo XVII. Siguen pensando en la soberanía, en el Estado soberano, los nacionales y los compatriotas. Cuando el nacionalismo, el populismo y el terrorismo son amenazas globales, porque nuestra realidad es global. Vivimos con tanta intensidad la campaña electoral en Estados Unidos, como el proceso secesionista en Escocia, o los ataques terroristas en Francia. Así lo hacemos, porque sabemos que también nos afectará; más pronto que tarde, pero nos afectará. Las fronteras, la soberanía, no nos pueden librar, ni del populismo, ni del secesionismo, ni del terrorismo. No nos pueden librar como lo demuestra que lo hemos sufrido, que lo estamos sufriendo y lo sufriremos en el futuro.

En este mundo globalizado, empequeñecido, en el que todos somos cada vez más partícipes de todo, y así lo somos, se está alumbrado el sujeto de la globalización: el ser humano, la persona, el individuo. Cuando asistimos, día a día, al proceso de movilización social tan espectacular, dantesco y terrible como el de la masiva inmigración por razones económicas y de seguridad personal, y cómo se intenta controlar mediante alambradas, es la imagen más potente de cómo ha muerto el Estado nación de la Paz de Westfalia. La frontera no es artilugio suficiente para contener la avalancha. Sólo la contiene la muerte. Cuando vemos a cientos de miles de personas que esperan entrar, sólo la muerte se lo impide. Su voluntad, su determinación no ceja. La frontera, la alambrada no puede contenerla. Y acabará cayendo. No puede resistir frente a la presión de una “decidida decisión” de alcanzar la meta que no es otra que la seguridad.

En el mundo, globalmente empequeñecido, los seres humanos son cada vez más los actores globales, partícipes activos de esa misma globalidad. Tanto para compartir el sufrimiento, como la riqueza, pero, sobre todo, la búsqueda de la seguridad. El populismo, el nacionalismo y el terrorismo tienen en común que son intentos, incluso, a la desesperada, de gestionar la globalización mediante la reinstauración de las fronteras del Estado nación. Son como las últimas tentativas del siglo XVII de impedir que podamos alcanzar el nuevo orden político del siglo XXI. Las que nos harán comprender que estamos en una encrucijada: frente a estos tres jinetes del apocalipsis sólo nos queda profundizar en la globalización con el ser humano como actor, pero sin ingenuidades. El caos sólo beneficia a aquellos que quieren poner frenos y a los poderosos. El reto es ordenar la globalización para que el nuevo-antiguo actor pueda disfrutar de libertad y de seguridad, en un entorno solidario. El Estado nación ha muerto. La soberanía ha muerto. Los nacionales han muerto. ¡Que el Sr. Presidente del Gobierno entienda que no me tranquiliza cuando dice que no hay fallecidos españoles! También son españoles los niños atropellados por el loco sanguinario de Niza. Lo siento como si fueran mis vecinos. No me sosiega saber que eran franceses, italianos, americanos, congoleños, o lo que sea. No me apacigua. España, no es más que un nombre escrito en un papel. La realidad es otra. El reto es el cómo se institucionaliza ésta para dispensar libertad y seguridad.

(Expansión, 20/07/2016)

Comentarios

  1. El nacionalismo no es el enemigo del actual mundo político, social, económico y jurídico. Es enemigo de la globalizacion y mundializacion que busca la eliminación del Estado Nación para establecer un gobierno tipo UE pero con mas poder. El siglo XXI estará marcado por la lucha de los cosmopolitas contra los nacionalistas. Lo que pasa es que en la actualidad se estableció la dictadura de la corrección política, el buenísimo o el marxismo cultural (progresismo) que ve cualquier disidencia en su contra e inmediatamente contra argumenta acusando de fascista o de extrema derecha al oponente, sin caer en el debate de ideas. El problema del terrorismo que se esta viviendo actualmente demuestra la falacia del multiculturalismo (no me refiero a condición racial si no cultural), que quizás por ignorancia las élites políticas lo desconocen y toman el multiculturalismo como bandera política. Un ejemplo sencillo: en una granja tu puedes tener en un corral varias vacas, metes una holstein, se puede cruzar, metes un Pardo Suizo, se cruza, pero si metes un caballo no se van a cruzar y van a existir problemas en el gallinero. Son los musulmanes diferentes al homo sapiens? No. Pero su concepción del mundo es distinta: mientras el fin ultimo de un occidental es tener una vivienda, un auto, una familia, cierto estatus social o económico, el fin ultimo del musulmán es la expansión de su religión, no existe mas otro propósito, lo que provoca que si tu no eres de su religión, inmediatamente te conviertes en infiel. Punto y final. Son cosas que los políticos no entienden, ya que en las universidades no estudian filosofía islámica, cosa que si hacen en las universidades islámicas donde estudian el comportamiento del occidental, incluso, uno de los fundadores del Daesh era el equivalente a Doctor en temas occidentales, y eso es una gran ventaja para estos grupos. Lo que esta pasando es que los medios de comunicacion y los politicos no han dejado ver la gravedad del problema, y por eso el auge de movimientos nacionalistas en Europa, ya que los ciudadanos cada vez sufren atentados terroristas, y la élite actual no enfrenta en problema y se hace la vista gorda diciendo que es un caso aislado, mientras sigue levantando las banderas del #RefugeesWelcome solo por motivos económicos y sin haber realizado ningún estudio social.

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