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Victoria y derrota

No se han cumplido las previsiones de las encuestas. Ha ganado el PP pero ha perdido el PP. Ha ganado Unidos Podemos, pero ha perdido Unido Podemos. Ha perdido el PSOE pero ha ganado el PSOE. Ha perdido Ciudadanos pero ha ganado Ciudadanos. Las grandes paradojas se han cumplido. En todo caso, el gran perdedor es, si no lo impide el sentido de la responsabilidad que hasta ahora no han mostrado los líderes políticos, España y los españoles. 

El PP ha sido la principal fuerza en votos y en escaños. Ha ganado pero ha perdido. Así sucederá si no logra salir del bucle infernal en el que se ha metido y nos ha metido. En una democracia parlamentaria como la nuestra, la Presidencia del Gobierno no es fruto de los votos de los ciudadanos, sino de los diputados. Nuestra democracia no es directa, cuyos efectos perversos se han mostrado, una vez más, con el referéndum del Reino Unido. El empeño de Rajoy en que la mayoría del voto ciudadano sea un plus que le capacita, según parece, automáticamente a gobernar, no tiene sostén ni político ni constitucional. Es más, supongamos que fuera cierto. ¿Sería posible gobernar? No, no lo sería. Sería un presidente investido, pero sin capacidad para gobernar. Volvemos a la casilla de salida.

El objetivo democrático debería ser, no sólo ni, incluso, fundamentalmente, alcanzar la investidura como presidente, sino constituir una mayoría sólida que dé soporte a un programa de reformas. Una prioridad: acabar con la desafección ciudadana. Hemos pasado a una situación en la que hoy, los ciudadanos, según el último barómetro del CIS, consideran que la situación política es peor que la situación económica (82 % frente a 68 %). Además, no están conformes sobre el cómo se está resolviendo (nuevas elecciones). No nos puede extrañar que, por un lado, la participación haya caído hasta niveles desconocidos y, por otro, que otros hayan caído atrapados en discursos populistas.

Los constitucionalistas deberían atender esas señales que los ciudadanos están enviando de manera tan categórica. No se puede negar: el sistema político está agotando su capacidad para concitar el apoyo en la mayoría del electorado. Una parte de ese electorado se está descolgando. Se está dejando atrapar por mensajes populistas que responden a una coordenada básica: te prometo lo imposible, me votas, conquisto el poder y, como Syriza, haré luego lo que me plazca. Unidos Podemos en esta campaña nos ha mostrado una capacidad extraordinaria de travestismo que ha resultado espectacular no por lo que ha hecho, sino porque millones de personas se han dejado cautivar. ¿Cómo van a poder cumplir con un programa que, ni es programa, ni está apoyado por una fuerza sólida sino por una amalgama de partidos, coaliciones, grupos y grupúsculos que cuando se enfrenten a la tarea de gobernar se diluirán como un azucarillo? A pesar de todo, millones de personas han comprado esta mercancía averiada.

Las fuerzas constitucionalistas deben responder y de inmediato. Por un lado, una negociación rápida para la investidura de un presidente de consenso y, por otro, el pacto de un programa de reformas que recupere la legitimidad ciudadana. España ha vivido una situación traumática en lo económico que exige que el médico que ha aplicado tan duros tratamientos esté libre de sospecha. Muchos ciudadanos han considerado que las manos ennegrecidas del médico es fuente de sospechas. No, no se trata de apoyar; no se trata de que los políticos, los gobernantes conciten el apoyo ciudadano. Se trata de algo más básico y primario: que el rechazo sea tan relevante que la estabilidad del sistema se vea comprometida. En el momento presente, la política no se hace para obtener el apoyo, sino para dejar de alimentar el rechazo ciudadano que la está arrojando en manos del populismo.

El PP ha ganado, incluso ha incrementado el número de votos y de escaños. Pero no puede olvidar que su falta de altura de miras está abocando el régimen político a una peligrosa situación de bloqueo.

El PP ha ganado, pero debe demostrar su altura de miras. El riesgo de unas terceras elecciones es insoportable. El PSOE ha perdido pero ha resistido el embate del populismo; ha ganado la oportunidad de contribuir a la gobernabilidad de España para retomar la legitimidad perdida. Ciudadanos ha perdido para ha ganado porque su contribución será decisiva haciendo de puente entre los dos grandes partidos constitucionalistas. Unidos Podemos ha perdido. Ha perdido el populismo. Ahora es el momento de no defraudar a todos aquellos que han contribuido a esa derrota. Si los partidos constitucionalistas unen fuerzas para investir a un presidente y pactar un programa de reformas sentarán las bases para que las fuerzas de la desestabilización no puedan seguir creciendo. Espero y confío en que gane la sensatez. La época de los personalismos ha sido finiquitada. Está en juego no sólo nuestro Estado democrático de Derecho, sino también la Monarquía. El papel del Rey vuelve a ser esencial. Se trata de la perentoria exigencia democrática de que el Rey cumpla con su función esencialísima de árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones, precisamente para garantizar la continuidad de esas instituciones, las del Estado democrático de Derecho. Ojalá todas las fuerzas constitucionalistas recuperen la senda de la sensatez. Hoy los ciudadanos, derrotando al populismo, han vuelto a dar una decisiva lección.

(Expansión, 27/06/2016)

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