La situación política de España en este momento tiene dos
protagonistas centrales: la crisis económica y la crisis institucional. Ésta
coincide con aquélla creando una asociación que se retroalimenta profundizando
sus ya terribles efectos. La crisis institucional llega en el peor momento posible,
cuando más se necesita a las instituciones para contribuir a la salida de la
crisis. Ésta requiere un marco institucional que genere seguridad, es decir,
previsibilidad de sus decisiones en cuanto atadas por un marco normativo que
permite a los ciudadanos disfrutar, con garantías, de sus libertades, y no sólo
de las económicas. Éste es el marco imprescindible para la prosperidad. Ésta
precisa de la libertad y ésta, a su vez, de la seguridad. El papel del Estado
es, fundamentalmente, aportar este componente esencial para la prosperidad. Hay
otros elementos asociados a la denominada política económica. A mi juicio, aquel
papel es el más relevante, el que constituye el eje central de la propia
configuración constitucional del Estado como Estado democrático de Derecho.
La crisis institucional está alimentada y sostenida por los
chantajistas. Según el Diccionario de la Lengua española, extorsión es “amenaza
de pública difamación o daño semejante que se hace contra alguien, a fin de
obtener de él dinero u otro provecho”. Las instituciones son el candidato ideal
para la extorsión. Tienen algo que los chantajistas desean: el poder para
solucionar sus problemas … con otras instituciones. Unas instituciones son
chantajeadas para conseguir beneficios a aportar por otras instituciones. El
resultado es la amenaza que sufren unas y la sospecha que pasan a soportar las
otras. Unas y otras quedan marcadas.
El chantaje a las instituciones debería ser el peor de los
chantajes porque las instituciones tienen una capacidad de resistencia mayor
que los ciudadanos. Tienen, además, poderes para castigar al chantajista. La
situación vivida en la actualidad en España es inédita. Los chantajistas están
empujando nuestras instituciones hasta el colapso. Este riesgo causa aún más
alarma. No tanto por la gravedad del chantaje sino por el propio fundamento que
pudiera tener. Aún más grave que el chantaje es que éste se base en elementos
que puedan tener visos de verosimilitud.
La verisimilitud de los hechos es lo que aterra socialmente.
El chantaje es consustancial al poder, como la corrupción; es una forma más de
corrupción; la que pretende obtener un beneficio para ocultar las ilegalidades
(corrupciones) del poder. Es la extorsión de la corrupción por la corrupción.
La existencia es la existencia del poder. La extensión y la intensidad de los
hechos que, además, afectan a las instituciones del Estado (Jefatura, Poder
legislativo, Ejecutivo, partidos políticos, Comunidades Autónomas, Municipios,
…) produce vértigo entre los ciudadanos.
La tormenta perfecta, crisis económica gravísima, con las
lógicas consecuencias sociales, sacudida por una crisis institucional
alimentada por la extorsión de unos delincuentes que quieren aprovecharse de la
debilidad de las instituciones para obtener un beneficio que les solucione sus
problemas. Una debilidad que, aquí está lo más grave, es el resultado de
decisiones equivocadas e, incluso, delictivas; lo más grave del momento
presente es que los chantajistas pudieran tener razón. España en manos de
chantajistas por los errores de las instituciones. España debilitada por sus
malos gobernantes que la han entregado a los extorsionadores. No sólo los
delincuentes de uno y otro tipo sino, también, los secesionistas que buscan
aprovechar el momento, como siempre han hecho. Cuanto más débil esté España,
más oportunidades para asegurar el éxito. La crisis institucional no sólo
alienta la crisis económica sino la propia crisis institucional. España se está
cavando su propia tumba por los errores miserables de unos pocos. ¿Qué hacer?
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